Puedo llamarte esta tarde y terminar
El holocausto que dejamos inconcluso
Pronunciar las palabras que conjuran tu odio
Prender la hoguera y consumirnos completos entre sabanas rentadas
Diluir el olvido, la distancia y la vida en tus piernas jadeantes de poemas
Versos de tú carne arrancados del olvido
Puedo recorrer tus poros con mi exilio
Domar tu inquina y mi tristeza perforando tu carne
Saciando nuestra sed de ayeres y revanchas
Escalar juntos la cúspide del orgasmo destructivo
Partidarios siempre del gozo y la catástrofe
Puedo marcar sin memoria los diez dígitos
Que sortean este abismo auto infligido
Y saltar de cabeza al torbellino de tu boca
Rasgar la tapia de tu entrepierna llameante
Develar la senda del camino prohibido
Envolver mi razón, asfixiarla con tus maullidos de gata en celo
Y amarrar mi corazón trashumante
En los prados de tu antojo enfermo
Hundirme febril, hundirnos
En la feroz agonía de tu sexo y de tu carne
Pero recuerdo tu maldad eterna y el final de esta historia
Y me detengo a dos dígitos de invocarte.