En Tebas reinaba Niobe con orgullo
Catorce hijos tenía, luz de su mundo
Se alzaba altiva ante todos los demás
Su belleza y familia no tenían par
Un día escuchó de Leto y su fama
Solo dos hijos, pensó, ¿qué proclama?
Con soberbia se burló de su nombre
Comparando su grandeza con desdén enorme
Oh, Niobe, cuidado con tu vanidad
Los dioses observan desde la eternidad
La hybris humana puede condenar
Y el orgullo al corazón puede cegar
Apolo y Artemisa, hijos de Leto
Oyeron las palabras que cruzaron el viento
Ofendidos por la falta de respeto
Decidieron dar a Niobe un duro escarmiento
Uno a uno, sus hijos fueron cayendo
Las flechas divinas su destino tejiendo
El llanto de Niobe al cielo llegó
Su dolor inmenso el mundo estremeció
Oh, Niobe, tus lágrimas son río
El peso del orgullo se vuelve frío
La pérdida enseña con severidad
Que ante los dioses, hay que mostrar humildad
Desolada y rota, clamó al firmamento
Pidiendo clemencia en su tormento
Los dioses, apiadados de su pesar
En roca la convirtieron, para no más llorar
En las montañas quedó su figura
Una piedra que llora, eterna y pura
Un recordatorio de la antigua lección
De no desafiar al cielo con presunción
Oh, Niobe, eterna en tu dolor
Enseñas al mundo sobre el valor
La humildad es virtud que hay que apreciar
Para no caer en la desgracia sin par.