Yo me quería casar con un mocito barbero y mis padres me querían monjita de un monasterio. Una tarde de verano me sacaron de paseo, y al revolver una esquina había un convento abierto. Salieron todas las monjas todas vestidas de negro, me cogieron de la mano y me metieron adentro. Me empezaron a quitar los adornos de mis manos, anillitos de mis dedos. Pendientes de mis orejas, gargantillas de mi cuello, mantilla de tafetán y un jubón de terciopelo. Lo que más sentía yo era mi mata de pelo, Vinieron mis padres con mucha alegría me echaron el manto de Santa María. Se fueron mis padres, con mucha tristeza, me echaron el manto de Santa Teresa. Vinieron las monjas con mucho fervor, me echaron el manto de la Concepción. Si voy a la torre toco la campana, dice la abadesa que soy holgazana. Si voy a la huerta corto perejil, dice la abadesa que eso no es así. Entre los árboles y entre las flores hay muchos nidos con ruiseáores.